Su nombre era KHUNAPUP y vivía en la llanura de la sal junto a su mujer y sus hijos. Gracias a que era un hombre muy constante y trabajador, la familia vivía bien. Algunas cosas solo podían conseguirlas en Heliópolis y por eso su mujer le ayudó con los preparativos del próximo viaje. Prepararon la comida y bebida que necesitaría durante el viaje y cargaron los asnos con todo eso más la mercancía que iba a utilizar para cambiar en la ciudad por lino, madera y algunos alimentos que no podía conseguir en el oasis.
KHUNAPUP comenzó su viaje, debía atravesar el desierto y el camino sería muy duro.
Llegó a unas tierras administradas por RENSI, representante del faraón, y al cuidado de DEHUTINEKHT, cuyas tierras se encontraban a un lado del estrecho camino y al otro estaba el río.
DEHUTINEKHT, viendo acercarse al campesino con sus asnos cargados, mandó poner en el camino una sabana de lino como parte de un plan para robarle. Cuando KHUNAPUP llegó hasta él, DEHUTINEKHT le advirtió que no debía pasar por encima de la sabana de su propiedad y tampoco por los lados, ya que estaban su casa y el río. Mientras discutían unos de los asnos pisando la tela comenzó a comer cebada de sus tierras y de esta forma le ofreció la excusa perfecta para robar al campesino, solicitando quedarse con todos los vienes por el perjuicio causado por el asno. Pasó diez días lamentándose y quejándose pero DEHUTINEKHT no le hizo el menor caso, así que KHUNAPUP, viendo que en fuerza física el contrario ganaría, decidió dirigirse a Heliópolis a ver a RENSI y contarle lo ocurrido para que sus asnos le fueran devueltos y el ladrón castigado.
RENSI escucho atento sus explicaciones y quedo tan sorprendido por su forma de hablar y expresarse, que decidió ponerlo en conocimiento del rey que se aburría bastante en palacio. Para los dos, la solución al caso era fácil, pero el rey quiso saber más de la elocuencia del campesino y mando a RENSI citarle cada mes para exponer su caso y tomar nota de todas sus palabras para así matar el aburrimiento.
Fue así como KHUNAPUP pasó meses acudiendo a RENSI, cada vez con menos paciencia pero mas elocuencia, no se repetía en sus argumentos y cada vez estaba mas enfadado, porque aunque el rey se había encargado de que a su familia en el oasis no le faltase de nada, el lo ignoraba.
Al fin, tras su última visita en la que incluso acusaba y amenazaba al rey, este no tubo más remedió ya, que después de tanto tiempo, dar una solución justa al campesino.
Todos sus vienes, los del ladrón y el propio ladrón convertido en su esclavo, le fueron entregados KHUNAPUP, para hacer justicia y recompensar su elocuencia y paciencia.
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